jueves, 12 de marzo de 2009

DIALOGOS SURREALISTAS

Va Lanenita por la calle, de camino a su trabajo, y se detiene un segundo a encenderse un cigarrillo. El gesto de siempre, ladearse para sacar la cajetilla del bolso, ponerse en pitillo entre los labios y agachar la cabeza para encenderlo esquivando la brisa.

Durante ese breve segundo en el que está mirando hacia el suelo, suena una voz que le dice (en catalán, por supuesto):

- ¿Tendría un cigarrillo, por favor?

"Acabo de sacar la cajetilla" (piensa)"es evidente que tengo un cigarrillo" (y tras un microsegundo, vuelve a pensar) "pero como me lo has pedido tan educadamente, te lo voy a ofrecer".

En el mundo de Lanenita los perros caminan con las orejas y las moscas son ingenieras de Caminos, Canales y Puertos, así que no se sorprende ni un ápice cuando al levantar la mirada se encuentra con Pasqual Maragall.

- Claro que sí, tenga uno.
- No, espere, creo que me queda uno...
- No se preocupe, cójalo igualmente...
- Bueno, muchas gracias...

Lanenita hace años que se dejó el sentido del pudor olvidado en el guardarropía de una discoteca, y con la naturalidad de un amigo de toda la vida, le pregunta:

- ¿Cómo se encuentra?

- Pse... (gesto de "no muy bien"...)

- Cuídese...

- Gracias, buenos días.

Y acto seguido, Lanenita recibe una palmadita en el hombro del ex-alcalde de Barcelona y ex-Presidente de la Generalitat de Catalunya. Pero no fue la palmadita de un político sonriente que está en campaña electoral. Fue un gesto muy humano por parte de un hombre enfermo.

Y Lanenita se sintió conmovida al descubrir que los humanos nunca dejamos de ser eso, humanos.

¿Sería una gran historia para un relato absurdo, verdad? Pues en serio, me ha sucedido esta misma mañana.

Cosas de la vida.

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