Joder, joder, joder, joder, joder, joder, joder, joder......
¿POR QUÉ COÑO TENGO TAN BUEN GUSTO??????
Esta noche tengo un cumpleaños y como una niña buena, he salido a darme un garbeo para encontrar el imprescindible regalo para mi amiga. No se engañen, lectores, detesto ir de compras (y más un sábado por la tarde) pero hay días en los que te caza el vicio y te pruebas media tienda.
Pues nada, he tenido la "genial" idea de ir Desigual. Y mira que lo sé que es cara a rabiar, pero es que tienen los bolsos más bonitos del universo... He entrado, me he paseado entre cientos de camisetas chillonas, se me ha roto un tímpano y el otro me ha pedido la baja laboral por someterlo a tal estrés acústico y de repente... allí estaba Él.
Sencillo, pero sexy. Tentador, pero discreto. A dos metros de mi. Distinguiéndose claramente entre los demás. Creo que fue un flechazo a primera vista para ambos. Me acerqué despacio, temiendo que fuera un espejismo, porque no estoy acostumbrada a tener tanta suerte, y afiné el oído para ver qué tenía que contarme... "quiero estar sobre tu cuerpo", me dijo muy serio. Sin dudarlo ni un instante, nos fuimos juntos a probador, me desnudé y...
Y resulta que he encontrado el vestido de mi vida. Muy "Desigual", pero en colores discretos, un escote que sienta de maravilla. El largo de falda ideal. Tejido con caída perfecta. Cortado como si estuviera hecho a medida para mi cuerpecillo de tapón... El milagro hecho vestido. Jamás olvidaré su maravilloso nombre: "59 euros".
Después de comprobar que hacíamos la pareja perfecta, me precipité como un demonio hacia la dependienta para preguntarle si lo iban a retirar de las tiendas cuando comenzaran las rebajas. Los dos segundos que tardó en responder se me hicieron eternos, el corazón me palpitaba desbocado antes de que pronunciara las palabras mágicas: "no, se rebajará y se quedará en tienda hasta que se agote".
Entendereis que casi me da un síncope de la alegría.
Vale, direis que 59 euros tampoco es tanto dinero. Pero por una parte, ahora mismo mi economía me ha retado a un duelo al amanecer. Y por la otra, que me jode pagar esa pasta por un trozo de algodón.
El otro día comentaba con un amigo el tema del deseo y el desapego. Dicen los budistas que la fuente de la infelicidad y por ende, de todos los males del mundo, es el deseo, principalmente, el no satisfecho que es el que genera frustración. Y es cierto, es el principio de la sociedad consumista: comprar para ser feliz. Y si no puedes comprar, te jodes.
Pues la conversación versaba sobre la necesidad evidente de forzar el desapego, de hacernos conscientes de que la mayor parte de las veces deseamos cosas que realmente no necesitamos, y que tal vez no sea una tarea tan complicada. Pero llegados a un cierto punto, tampoco somos monjes, no es necesario ser un asceta.
El año pasado me enamoré de un bolso. Era caro (por supuesto, como todo lo bueno) y teniendo en cuenta que tengo tres millones de bolsos, creí innecesaario comprarlo. Pero no podía dejar de pensar en él. Me compré otro de la misma marca, similar y no tan caro. Y me arrepentí a los cinco minutos de salir de la tienda. Yo deseaba el otro. Lo deseaba de verdad. Así que al final, lo cambié y me llevé el que realmente quería. Nunca me he arrepentido de gastarme ese dinero.
Pues las cosas son así. Está bien pensárselo dos veces, ser prudente y razonable, reflexionar antes de actuar, evaluar pros y contras... Pero cuando se desea algo DE VERDAD, se sabe. No vale la pena buscar excusas y sucedáneos. Sea un bolso, un viaje, un trabajo, un hombre o una vida. Si sabes que lo quieres, hay que ir a por ello. Sin miramientos.
Y por esa razón, porque soy una corredora de fondo ambiciosa, ese vestido se vendrá a vivir a mi armario en cuanto cobre. Palabra de Lanenita.
Por otra parte, me he encontrado con el blog de un tío que hace unas viñetas geniales. Daos una vuelta por su página para hacer colección de sonrisas.
"El señor enviñetado"
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