martes, 5 de enero de 2010

EL PRÍNCIPE AZUL DE LA ESTACIÓN DE TREN Y LOS ZOMBIES QUE SE LO ZAMPARON



Según ciertos comentarios que he escuchado últimamente, mi placer por comentar lecturas y otros largos (lo reconozco) etcéteras, me ha vuelto una compañía considerablemente aburrida ¿qué le vamos a hacer si me he convertido en una tímida recalcitrante? Si no soy lo suficientemente guay y divertida tendré que apuntarme al curso "Cómo ser una chica ye-ye en tan solo dos horas". A lo mejor así vuelvo a merecer cierto respeto. Yo que sé...

Conforme mi inspiración (y mi ganas) de escribir cuentos se va definitivamente a la mierda, he recuperado de forma bastante violenta la afición por la lectura. No está mal, todo lo que leo, incluído el texto de instrucciones de uso del champú, me parece infinitamente mejor que lo que yo escribo. Triste, pero cierto. Y no será porque falten ideas... y buenas ideas, además. El problema es que las veo con potencial y no quiero destrozarlas con un mal cuento. Tal vez las escriba cuando vuelva la autoestima literaria (o la autoestima a secas). O tal vez se las regale al pakis de la esquina para que sea el nuevo J.K. Rowling de Gitania.

Como iba diciendo, últimamente leo mucho. De hecho, le estoy infinitamente agradecida a la saga "Crepúsculo", que pese a ser papel higiénico para cerebros adolescentes, ha conseguido devolverme la pasión y la concentración necesaria para masticar letras. Fantástico, teniendo en cuenta que hacía más de un año que no conseguía pasar de las primeras 20 páginas de un libro. And the Oscar goes to... ¡Lanenita!

Me gusta Jane Austen, me encantan sus libros costumbristas empapados de finísimo humor sarcástico, y el otro día ví en el Fnac un libro que me llamó muchísimo la atención por su título... Creo que he leido "Orgullo y Prejuicio" tres o cuatro veces, es una de las mejores historias de amor de la literatura, además de divertido. Pero en esta ocasión me encontré con "Orgullo y Prejuicio y Zombis".

¡MOH!

Me lo he comprado esta tarde, aprovechando que tenía que hacer un viaje largo en tren y podía leer con cierta tranquilidad... creo que la gente que iba sentada a mi lado ha pensado que estoy como una cabra, una tía riéndose sola a carcajadas mal disimuladas con un globo de helio de Bob Esponja atado a la muñeca.

El libro en sí tan solo es una versión (casi) al pie de la letra de Austen, lo genial es cuando intercala las secuencias de zombis entre las situaciones originales del clásico. ¿Quién se había imaginado antes a la romántica Elizabeth Bennet como una budista en un templo shaolín al estilo Kill Bill?. Una genialidad casi blasfema.

Vale, no voy a dar más la paliza con el libro, a cada cual le corresponde leerlo o no (aunque recomiendo que primero se lean el original), pero quería dejar por aquí el índice de ilustraciones que acompañan al libro. ¿Podré volver a ver la peli y tomarme en serio la historia?

- Algunos invitados, que habían tenido la desgracia de estar demasiado cerca de las ventanas, fueron atacados y devorados de inmediato.
- El señor Darcy observó a Elisabeth y a sus hermanas avanzar a través de la habitación, decapitando un zombi tras otro.
- Elisabeth se levantó la falda prescindiendo de todo recato y asestó rápidamente una patada al monstruo en la cabeza.
- Le aconsejo, estimada joven -dijo su señoría- que se tome este combate en serio. Mis ninjas no se compadecerán de usted.
- Una de las patadas de Elisabeth dio en el blanco, y Darcy cayó contra la repisa de la chimenea con tal fuerza que rompió una esquina.
- Los monstruos se arrastraban a cuatro patas, devorando las cabezas maduras de coliflor, que confundían con unos sesos que hubieran quedado abandonados.


Al final del trayecto del tren, tuve que dejar el libro a desgana, me estaba divirtiendo, pero tocaba bajarse del vagón y volver a casa donde las obligaciones familiares me reclamaban. Bolso de viaje, bolsa de regalos, bolso de mano, libro bajo el brazo y el globo de Bob Esponja. Digamos que iba un pelín cargada, con tan mala suerte que al salir del tren se soltó la tira de una de las bolsas y el globo de helio salió volando hasta el techo del anden. ¡Miedo, intriga y dolor de barriga!

Me quedé con cara de tonta mirando hacia arriba... ¿y qué hago yo ahora? ¡no puedo entrar en mi casa sin el globo del bueno de Bob el de los pantalones cuadrados! Pero nunca se debe perder la esperanza, y he aquí cuando entra en escena el muchacho que titula el post de hoy.

¿Quién ha dicho que no existen los príncipes azules? Claro que existen, viven todos en la estación de tren de Vigo. Uno de ellos (el más gallardo, por supuesto) se acercó a mí y a mi cara-de-pena-por-ser-un-tapón-y-no-llegar-a-los-sitios-altos, y me preguntó con voz solemnemente seductora:

- ¿Es tuyo el globo de Bob Esponja?

Le miré lastimeramente y asentí con penita indisimulable.

- No te preocupes - me dijo desde su aplomo de príncipe azul- yo te cojo, te levanto y tú enganchas la cuerdecita con mi paraguas.

Debería haberle dicho que sí, que me subiera, pero a la luna a comer palomitas y ver las estrellas pasar. En lugar de eso, le dije que era más práctico que se subiera él mismo a una maceta que había por allí y alargara el brazo. Maldito sea mi pragmatismo.

Dicho y hecho. Bob Esponja estaba de nuevo en mis brazos.
Y yo compuesta y sin príncipe azul, porque desapareció enseguida una vez cumplida la misión. Yo diría que se lo zamparon los zombis que venían conmigo por el camino...(Wikipedia- Zombis: enemigo natural y mortífero de los príncipes azules).

Le dedico este post a él y a su dulce memoria de príncipe tristemente devorado. Mi sobrina de dos años te estará eternamente agradecida por haber salvado a su amado Bob flotante. RIP

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