Hoy soy tan plenamente consciente de lo que echo en falta, de lo que hubiera necesitado, de cómo tendrían que haber sido las cosas, que asusta. A veces parece que lo olvido, tal vez por estar demasiado ocupada o por creer que ya no es necesario pensar en ello. Pero da igual que lo haga o no, porque siempre está ahí.
Te pasas años pensando en volver a hablar con una persona y un día descubres que ya nunca podrás hacerlo; y las conversaciones se quedan ahí, suspendidas en el aire sin respuesta. Ya nunca podrás saber qué pensaba esa persona ni podrás volver a tocarla. Ni observar hacia donde miraba, ni verla ser feliz o infeliz. Te quedas para siempre con las palabras en la boca, el abrazo entre las manos y la extraña sensación de ser observada en algunas ocasiones.
Hoy pienso en barcos pesqueros. Y en aquel cuento que era para mí pero que no sé de qué iba. Y en cuanto me hubiera gustado poder escuchar ciertas cosas con aquella voz que he olvidado. Y en cosas que no recuerdo, pero que me invento.
Lo de creer en ángeles siempre me ha parecido un poco absurdo, y las típicas fotos edulcoradas de seres celestiales brillantes y con alas me parece una grandísima chorrada. Pero como por aquí no me lee nadie, voy a acabar reconociendo que, en mi fuero interno, deseo de verdad que existan. Y es más, a veces incluso los siento cerca.
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