martes, 2 de junio de 2009
CAIDA Y AUGE DE LA CALDERA DE LANENITA
Algún día tenía que suceder...
Se estropeó el grifo termostático de la ducha. Se estropeó la junta del desagüe de la lavadora. El portátil se apaga sólo ahora sí y ahora también por un problema en la placa base (o en el ventilador, hay amargas discusiones acerca de este punto). Y no hablemos de las infinitas reparaciones de la comunidad de vecinos... Y ahora, por fin, la caldera se declaró el huelga indefinida. Boicot a la dulce ducha de la mañana. O de la noche. O ambas, según cómo sople el viento... Creo que soy una elegida de Dios, el moderno Santo Job, y una gran recompensa me espera al final del camino. No sé, una piruleta, una Barbie de "Todo a Cien" o una cinta-cassette original de Mocedades.
Mola.
Un show. Arreglar el puñetero calentador ha sido un show. El seguro del piso (por supuesto), no cubre la reparación, pero me dan un teléfono donde encontrar uno de esos iluminados del destornillador que acabe con mi suplicio calderil. Lo curioso es que al llamar a "Reparalia" (así se llama el paraíso de los tornillos), me dicen que reparan de todo excepto, mira tú por donde, calderas.
Vale, ok. Pues hagamos el siguiente paso lógico. Llamemos a Gas Natural.
Casualidades de la vida, en Gas Natural sí que tienen un servicio técnico que arregla calderas. Pero como no tengo contratado el servicio anual de mantenimiento, me puedo ir a paseo hasta Murcia. Conste que yo no pretendía que me lo arreglaran gratis, e iba a pagar gustosa siempre y cuando me devolvieran mi añorada agua caliente. Pero claro, es mejor que cualquiera meta mano en un calentador de gas antes que ofreder un servicio de reparación ocasional.
Vale. ok. Política de empresa. Sería como decirle al Papa que utilizar condones es bueno para la prevención del SIDA.
Momentazo de lucidez. Hace cuatro años que pago la cuota de la Cámara de Propietarios de Barcelona, algo que de bastante poco me ha servido hasta el momento, pero bueno, siendo una elegida de Dios, nunca se sabe cuando puede hacer falta. Y ahora, por fin, no solo me ponen en contacto con un técnico sino que además me informan que por ser socia, no tendré que pagar el desplazamiento del susodicho tuercas. Una maravilla.
Para hacer honor a la verdad, he de deciros que desde que llamé hasta que el técnico se persono en mi humilde morada pasaron menos de tres horas, con mi consiguiente alivio, por supuesto. ¿El diagnostico? 38 euros. ¡Ay! No. Perdonen. Esa fue la sarcástica minuta en toda mi jeta. ¿Qué le pasaba a mi amada caldera? Que tenía floja la luz piloto. O al menos que toqueteándola un poco se le arreglaban todos los males. Mi caldera estaba falta de cariño, como pude no haberme dado cuenta...
Para que la cosa no pareciera tan ridícula, el lampista cambió un par de enchufitos de sitio y bajó la intensidad de calor (no se hagan ilusiones, no es nada científico, lo hizo con el termostato. Hasta yo podría haberlo hecho).
Bueno, ha servido para que el agüita caliente vuelva a fluír libre por el plato de ducha. Y para que yo me enterara de que tengo una caldera estanca electrónica que sufre por la falta de afecto. Me maravilla que los futuros terminators también tengan necesidad de sexo.
Alguien se encarga de recordarme de vez en cuando que yo sería una jefa pésima, porque parece ser que no sé delegar. Bueno, en realidad es cierto. Pero el punto clave es el siguiente: ¿en quién delegas? ¿en tu seguro del hogar? ¿en tu compañía de gas que debe velar por la seguridad de aparatos que pueden explotar como aprietes demasiado poco un tornillo?
Casi las once de la noche, y mi particular circo de enanos no para de crecer. Creo que voy a apagar el móvil porque estoy cansada y me merezco esa maravillosa ducha de agua cálida antes de meterme entre las sábanas.
¿Os imaginais que se vuelva a joder la caldera mientras me enjabono el pelo?
Je, je, je... sería un apoteósico remate final. Y eso que el día comenzó genial...
Bueno. Pues hoy odio a mucha gente, empezando por Reparalia y terminando por Gas Natural. Y me gusta traer a colación aquella maravillosa serie "Caída y auge de Reginald Perrin". Porque me parece de una sublime inteligencia y sentido común crear empresas que den servicios a la gente que los necesita. Como arreglar calentadores de agua. O en este caso, una tienda de cosas inútiles para regalar a la gente a la que detestas.
Menos mal que siempre nos quedará el humor inglés.
Doble alivio.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario